ELECCIÓN Y MISIÓN
“Festejad a Jerusalén, gozad con
ella todos los que la amáis, alegraos de su alegría los que por ella llevasteis
luto...” Con esta exultante invitación a la alegría se abre el texto, tomado
del libro de Isaías, que hoy se proclama en la primera lectura (Is 66,10).
Ha pasado el exilio del pueblo hebreo en
Babilonia. Hay que olvidar el pasado y soñar en el futuro. Hay que soñarlo con
esperanza, diseñarlo con alegría y construirlo con paciencia. La alegría es
como el eslabón que une a la esperanza y a su hermana la paciencia. O tal vez
es el fruto de la colaboración entre ambas hermanas.
Claro que no podemos pensar que todo ese
proceso se debe a nuestras propias fuerzas. En el final de la carta a los
Gálatas, san Pablo nos recuerda que es preciso cultivar una cuarta virtud: la
humildad: “Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor
Jesucristo, en la cual el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo”
(Gál 5,14).
COMUNIÓN Y FRATERNIDAD
Pues bien, ese abanico de actitudes se
refleja también, y con creces, en el evangelio que hoy se proclama (Lc
10,1-12.17-20). En él se nos recuerda que, además de contar con sus apóstoles
más cercanos, Jesús eligió a otros setenta y dos discípulos y los envió
por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares, adonde pensaba ir él.
A propósito de este texto evangélico, el
Papa Francisco ha anotado que Jesús no es un misionero aislado. No quiere
realizar a solas su misión. Decide contar con la colaboración de sus discípulos
para anunciar el Reino de Dios. El gesto es muy significativo. Jesús quiere
difundir el amor de Dios ya con el mismo estilo de la comunión y la fraternidad.
El relato subraya las cualidades que se
requieren del discípulo. Ligereza para anunciar la llegada del Reino de Dios.
Pobreza para no confiar tan solo en sus instrumentos, sino sobre todo en el
mismo mensaje que anuncia. Generosidad para llevar la palabra y los gestos de
la paz a todas partes. Sencillez para aceptar la hospitalidad. Y libertad para
dejar los lugares en los que no se acoja su palabra.
SALIDA EN HUMILDAD
Finalmente, el texto deja constancia de la
alegría con la que los discípulos volvieron dando cuenta de sus éxitos al
Maestro que los había enviado. Jesús se congratula con ellos y les asegura el
poder que les ha confiado. Pero eleva sus miradas hacia otros horizontes:
• “No estéis alegres porque se os someten
los espíritus”. Es cierto que el anuncio del Evangelio produce frutos
asombrosos, aun en una sociedad laical. Con demasiada frecuencia, medimos
nuestros esfuerzos con los criterios habituales en nuestro ambiente. Nos tienta
la mundanidad. O el ansia de protagonismo.
• “Estad alegres porque vuestros nombres
están inscritos en el cielo”. La alegría distingue a los creyentes y a
los que anuncian el evangelio. Pero la alegría no se identifica con las
satisfacciones inmediatas. San Pablo recuerda la presencia de la cruz. Y Jesús
nos invita a mirar al cielo. Es decir, a reflexionar sobre el proyecto de Dios
y la meta a la que tendemos.
- Señor Jesús, te agradecemos que hayas
querido contar con nosotros para anunciar el mensaje del Reino de Dios.
Ayúdanos a salir sin demora, sin ascos y sin miedos, con esperanza y alegría,
con generosidad y humildad, para que tú seas conocido y acogido en todo el
mundo. Amén.
José-Román Flecha
Andrés