DE LA INDIFERENCIA
A LA PAZ
Por decisión de Pablo VI el día primero del año
celebramos una jornada dedicada a reflexionar sobre la paz. En este año 2016,
el papa Francisco ha querido dar a su mensaje para la XLIX Jornada
Mundial de la Paz un título que
nos interpela a todos: “Vence la
indiferencia y conquista la paz”.
El mensaje se abre con una triple confesión de fe: “Dios
no es indiferente. A Dios le importa la humanidad, Dios no la abandona”. No es
ociosa esa proclamación a la vista de las guerras y de los atentados
terroristas que nos han tenido en vilo a lo largo del año precedente.
A pesar de esa dolorida memoria, el Papa nos exhorta a “custodiar
las razones de la esperanza”. Hay que afirmar que el hombre es capaz de superar
el mal, con la gracia de Dios, para no caer en la resignación y en la
indiferencia. La indiferencia parece haberse convertido en una de las tentaciones de nuestra era.
Ahora bien, no podemos olvidar que “la primera forma de
indiferencia en la sociedad humana es la indiferencia ante Dios, de la cual
brota también la indiferencia ante el prójimo y ante lo creado”. Nuestra
autosuficiencia nos hace creer que somos los autores de nosotros mismos, de forma
que nos permitimos prescindir totalmente
de Dios.
Según el Papa, “la
indiferencia ante el prójimo asume diferentes formas”. Ante la información que
nos transmiten los medios sobre los dramas que azotan a la humanidad, muchos no
se sienten comprometidos, no viven la compasión. “Esta es la actitud de quien sabe, pero tiene
la mirada, la mente y la acción dirigida hacia sí mismo”.
Otras personas “prefieren no informarse y viven su
bienestar y su comodidad indiferentes al grito de dolor de la humanidad que
sufre”. Cuando estamos bien, olvidamos que otros pueden estar mal. Nuestra
comodidad nos anestesia. No sentimos responsabilidad alguna ante los dolores
ajenos.
Recordando su propia encíclica Laudato si’, sobre el respeto a la casa común, el Papa anota que
“la contaminación de las aguas y del aire, la explotación indiscriminada de los
bosques, la destrucción del ambiente, son a menudo fruto de la indiferencia del
hombre respecto a los demás, porque todo está relacionado”.
Cabe preguntarse si esas actitudes tienen algo
que ver con la promoción y defensa de la paz. La respuesta es afirmativa. “La indiferencia, y la despreocupación que se deriva, constituyen una grave
falta al deber que tiene cada persona de contribuir, en la medida de sus
capacidades y del papel que desempeña en la sociedad, al bien común, de modo
particular a la paz, que es uno de los bienes más preciosos de la humanidad”.
Pues bien, en el marco del Año Santo de la
misericordia, el papa Francisco nos exhorta a una conversión del corazón que
nos lleve de la indiferencia a la
misericordia. Hemos de superar la misericordia por medio de la solidaridad, y
mejor, aún, del descubrimiento de la fraternidad universal.
José-Román Flecha
Andrés