lunes, 30 de noviembre de 2015

CADA DÍA SU AFÁN 5 DE DICIEMBRE DE 2015

ANTE LA PUERTA SANTA
En su audiencia del miércoles 18 de noviembre de 2015, el papa Francisco se anticipaba al Jubileo de la Misericordia. Seguramente, entre los oyentes que se apiñaban en la Plaza de San Pedro, muchos pensaban ya en la solemne apertura de la Puerta santa, de la que hablaban por esos días los medios de comunicación.

Pero el Papa quería invitarnos a todos a entrar por la puerta de la Misericordia de Dios, que acoge nuestro arrepentimiento y nos concede su perdón. 
“La puerta está generosamente abierta, pero es necesario un poco de coraje por nuestra parte para cruzar el umbral”.
Según el Papa Francisco, el reciente Sínodo de los obispos, dedicado a la familia, ha animado a toda la Iglesia a “abrir sus puertas, para salir con el Señor al encuentro de sus hijos y de sus hijas en camino, a veces indecisos, a veces perdidos, en estos tiempos difíciles”.
A continuación, el Papa nos invitaba a reflexionar sobre nosotros mismos y nuestras estructuras, concretando su mensaje: “El Jubileo se refiere a la gran puerta de la misericordia de Dios, pero también a las pequeñas puertas de nuestras iglesias abiertas para dejar entrar al Señor —o muchas veces dejar salir al Señor— prisionero de nuestras estructuras, nuestro egoísmo y de muchas cosas”.
  Ni la familia, ni la ciudad, ni la sociedad deberían permanecer cerradas y blindadas. Y mucho menos, la Iglesia. “¡Sería terrible! Una Iglesia inhospitalaria, así como una familia cerrada en sí misma, mortifica el Evangelio y aridece el mundo. ¡Nada de puertas blindadas en la Iglesia, nada! ¡Todo abierto!”
 Es claro que muchas personas “han perdido la confianza, no tienen el coraje de llamar a la puerta de nuestro corazón cristiano, a las puertas de nuestras iglesias... Y ellos están ahí, no tienen valor, hemos perdido su confianza: por favor, que esto no vuelva a suceder. La puerta dice muchas cosas de la casa, y también de la Iglesia”.      
  Según el papa Francisco, “la casa de Dios es un refugio, no una prisión, y la puerta se llama Jesús”. El Señor habló también del guardián del redil,  que tiene la tarea de abrir al buen Pastor que ha ido a buscar perdidas en el bosque. “Nosotros debemos ser como ese guardián. La Iglesia es la portera de la casa del Señor, no es la dueña de la casa del Señor”.
La conclusión de la catequesis era evidente. “Es precisamente así como deberá ser reconocida la Iglesia, en cada rincón de la tierra: como la custodia de un Dios que llama, como la acogida de un Dios que no te cierra la puerta en la cara, con la excusa de que no eres de casa. Con este espíritu nos acercamos al Jubileo: estará la puerta santa, y ¡la puerta de la gran misericordia de Dios! También está la puerta de nuestro corazón para recibir todos el perdón de Dios y dar, a su vez, nuestro perdón, acogiendo a todos los que llaman a nuestra puerta”. 
                                                                José-Román Flecha Andrés