Lunes
VII
Hch 19,1-8
Jn 16,29-33 MAYO 18
Entonces dijeron sus
discípulos: “Ahora estás hablando con claridad, sin usar comparaciones. Ahora
vemos que sabes todas las cosas y que no es necesario que nadie te haga
preguntas. Por esto creemos que has venido de Dios”. Jesús les contestó: “¿Así
que ahora creéis? Pues llega la hora, y ya es ahora mismo, cuando os
dispersaréis cada uno por su lado, y me dejaréis solo. Aunque no estoy solo,
puesto que el Padre está conmigo. Os digo todo esto para que encontréis paz en
vuestra unión conmigo. En el mundo habréis de sufrir, pero tened valor, yo he
vencido al mundo”.
Preparación: En su exhortación La alegría del
Evangelio, el Papa Francisco nos recuerda
que, por comprensible que sea el anuncio, la fe siempre conserva un aspecto de
cruz y alguna oscuridad que impide aceptarla con firmeza (n.42). El evangelio
que hoy se proclama es una buena prueba de esa dificultad que ya probaron los
discípulos de Jesús y experimentamos también nosotros.
Lectura: Según los Hechos de los
Apóstoles, Pablo se encuentra en Éfeso unos discípulos que ni siquiera
habían oído hablar del Espíritu Santo. Tras la catequesis y el bautismo
desciende sobre ellos el Espíritu como en un nuevo Pentecostés. En el relato
evangélico, los discípulos se refieren a las mismas preguntas que poco antes
habían deseado dirigir a Jesús. Se muestran sorprendidos de que Jesús leyera su
pensamiento. Pero si Jesús adivina las preguntas actuales de sus discípulos,
también conoce de antemano las decisiones que han de tomar en un futuro
inmediato: dispersarse y dejar solo a su Maestro.
Meditación: La soledad de Jesús nos impresiona. Aun rodeado de las multitudes se
siente solo con mucha frecuencia. Según el evangelio que hoy se proclama, Jesús
se encuentra entre el Padre celestial y los discípulos. El Padre no lo dejará
solo en el momento de la prueba, pero los discípulos lo abandonarán. Ya en otra ocasión Jesús había manifestado
esta unión con su Padre: “El que me ha enviado está conmigo: no me ha dejado
solo, porque yo hago siempre lo que le agrada a él” (Jn 8,29). Cada uno de
nosotros hemos de preguntarnos siempre si estamos dispuestos a seguir al Señor
hasta la cruz.
Oración: “Señor, derrama sobre nosotros la fuerza del Espíritu Santo, para que
podamos cumplir fielmente tu voluntad y demos testimonio de ti con nuestras
obras. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén”.
Contemplación: En estas semanas del tiempo pascual nos recogemos con devoción en la
“sala de arriba”, donde Jesús ha celebrado la cena de la Pascua con sus
discípulos. Allí lo contemplamos hoy. Al ver que Jesús conoce sus pensamientos,
los discípulos afirman: “Creemos que has venido de Dios”. La frase nos parece
un poco ingenua y un tanto presuntuosa.
De hecho Jesús se muestra asombrado ante esa tardía confesión de fe. Los
apóstoles Tomás, Felipe y Judas Tadeo ya nos habían sorprendido con sus
intervenciones. Evidentemente, el Señor había de tener paciencia con los
discípulos de entonces y con los de ahora.
Acción: Preguntarnos si no habremos dejado solo alguna vez a algún hermano o
hermana que esperaba nuestra presencia a su lado.
José-Román Flecha Andrés