Hch
6,8-15
Jn
6,22-29 ABRIL 20
Al
día siguiente, la gente que permanecía en la otra orilla del lago advirtió que
los discípulos se habían ido en la única barca que allí había, y que Jesús no
iba con ellos. Mientras tanto, otras barcas llegaron de la ciudad de Tiberias a
un lugar cerca de donde habían comido el pan después de que el Señor diera
gracias. Así que, al no ver allí a Jesús ni a sus discípulos, la gente subió a
las barcas y se dirigió en busca suya a Cafarnaún. Al llegar a la otra orilla
del lago, encontraron a Jesús y le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo has venido
aquí?”. Jesús les dijo: “Os aseguro que vosotros no me buscáis porque hayáis
visto las señales milagrosas, sino porque habéis comido hasta hartaros. No
trabajéis por la comida que se acaba, sino por la comida que permanece y os da
vida eterna. Ésta es la comida que os dará el Hijo del hombre, porque Dios, el
Padre, ha puesto su sello en él”. Le preguntaron: “¿Qué debemos hacer para que
nuestras obras sean las obras de Dios?”. Jesús les contestó: “La obra de Dios
es que creáis en aquel que él ha enviado”.
Preparación: El hambre es mala consejera. Contribuye a
ver la realidad como una amenaza. Favorece la inquietud social. Lleva a las
gentes a la rebelión. Y a buscar un lugar donde puedan satisfacer su hambre.
Tendremos que preguntarnos si nosotros sentimos el hambre de algo que nos dé
satisfacción. O el hambre de alguien que nos lleve a la felicidad.
Lectura: En la primera lectura se nos presenta a
Esteban como un hombre lleno de gracia y del Espíritu de Cristo resucitado. Su
rostro parece el de un ángel. El evangelio de hoy (Jn 6, 22-29) continúa el
relato de la multiplicación de los panes y los peces. Las gentes siguen a
Jesús, pero él pretende cuestionar la sinceridad del seguimiento. “Os aseguro
que vosotros no me buscáis porque hayáis visto las señales milagrosas, sino
porque habéis comido hasta hartaros”. Seguramente las gentes siguen a Jesús
porque él ha saciado su hambre. Entonces y ahora se puede seguir al Señor por
un interés inmediato. Pero no es esa la actitud que corresponde a la fe.
Meditación: “Unidos a Jesús, buscamos lo que
él busca, amamos lo que él ama. En definitiva, lo que buscamos es la gloria del
Padre”. Así ha escrito el Papa Francisco en su exhortación La alegría del Evangelio (n.
267). Efectivamente, nuestra fe dará su fruto si buscamos y amamos lo que Jesús
buscaba y amaba. Lo que el Espíritu del Resucitado nos lleva a buscar y amar.
Oración: Señor Jesús, te reconocemos como el pan de la vida.
Te damos gracias por entregarte para saciar nuestras hambres. Y te presentamos
la necesidad de los que no te conocen. A ti que vives, reinas y nos alimentas
por los siglos de los siglos. Amén.
Contemplación: El evangelio de Juan nos lleva a la
sinagoga de Cafarnaún. Allí contemplamos a Jesús que ofrece una palabra para
clarificar el signo de la multiplicación de los panes y los peces. El evangelio
de Juan juega con tres palabras cargadas de espesor y de sentido: la comida, la
vida eterna y la obra de la fe. • La
comida que da Jesús es su palabra y su misma vida. • La vida que él ofrece no
termina con la muerte. • La obra que Dios espera de los que siguen a Jesús es
la fe en el que él ha enviado.
Acción: Hoy nos preguntamos, con paz pero
con sinceridad, cuáles son los motivos por los que seguimos al Señor.
Seguramente nos acercaremos a la respuesta verdadera si descubrimos en qué
momentos y ante qué dificultades se debilita nuestra fe.
José-Román Flecha Andrés