lunes, 20 de octubre de 2014

CADA DIA SU AFÁN 26 de Octubre de 2014

                                   
BEATO PABLO VI
            El domingo 19 de octubre de este año 2014 ha sido beatificado en Roma el papa Pablo VI. Muchos de nosotros deseábamos desde hace tiempo este reconocimiento público.  Ha sido impresionante el momento en que el Papa Francisco lo ha declarado beato. A muchos de los presentes se nos han escapado unas lágrimas al ver aparecer su imagen en el tapiz que colgaba de la “logia” central de la Basílica de San Pedro.
A veces nos preguntan por qué razones Pablo VI “merece” ser beatificado. Deberíamos volver a leer algunos de los discursos pronunciados por él en sus viajes apostólicos, como la homilía en la iglesia de la Anunciación, en Nazaret (5.1.1964), el mensaje a la Asamblea de las Naciones Unidas, en Nueva York (4.10.1965) o el discurso a los campesinos colombianos (23.8.1968). En todos ellos se refleja su amor a Cristo y a la Iglesia, su compromiso misionero y evangelizador y su empeño por promover la dignidad del ser humano y la humanización de esta sociedad.
El cardenal Dionigi Tettamanzi, también arzobispo de Milán, ha resumido con tres palabras las virtudes características de su predecesor el arzobispo Montini: la cordialidad, el coraje y la condolencia. Está bien. Pero más allá de estas virtudes morales, Pablo VI nos ha ofrecido un evidente testimonio de fe, de esperanza y de caridad.
Basta releer algunas frases de su “Pensamiento ante la muerte” que revelan la hondura de su oración: “Inclino la cabeza y elevo mi espíritu. Me humillo yo y te exalto a ti, oh Dios, cuya naturaleza es la bondad. Permite que en esta última vigilia te rinda homenaje a ti, Dios vivo y verdadero, que mañana serás mi juez y que te dirija la alabanza que más deseas, y el nombre que prefieres: tú eres Padre”.
“Aquí ante la muerte, maestra de la filosofía de la vida, pienso que el acontecimiento más grande ha sido para mí, como para cuantos tienen una suerte semejante, el encuentro con Cristo, la Vida… Maravilla de las maravillas, el misterio de nuestra vida en Cristo. Aquí la fe, aquí la esperanza, aquí el amor cantan el nacimiento y celebran las exequias del hombre. Yo creo, yo espero, yo amo, en tu nombre, oh Señor”.
“Ruego al Señor que me conceda la gracia de hacer de mi próxima muerte un don de amor a la Iglesia. Podría decir que siempre la he amado: fue su amor el que me sacó de mi roñoso y selvático egoísmo y me encaminó a su servicio, y que por ella, y no por otra cosa, me parece haber vivido”.  
 Hoy nos impresionan más que nunca la sinceridad de su fe, el aliento de su esperanza y la fuerza de su amor a Cristo, a la Iglesia y al mundo.
 En el primer mensaje que dirigió al mundo católico, al día siguiente de su elección al pontificado, Pablo VI escribía: “Ojalá que brille en la familia humana la llama encendida de la caridad y de la fe”. Sin ánimo de traicionar su pensamiento, podríamos decir que esas palabras definían ya la hondura de su vida y el ardor de su espíritu.
                                                                                     José-Román Flecha Andrés