Hch
14,19-28
Jn
14,27-31a
En
aquel tiempo dijo Jesús: "Os dejo la paz. Mi paz os doy, pero no como la
dan los que son del mundo. No os angustiéis ni tengáis miedo. Ya me oísteis
decir que me voy, y que vendré para estar otra vez con vosotros. Si de veras me
amaseis os habríais alegrado al saber que voy al Padre, porque él es más que
yo. Os digo esto de antemano para que, cuando suceda, creáis. Ya no hablaré
mucho con vosotros, porque viene el que manda en este mundo. Él no tiene ningún
poder sobre mí, pero así ha de ser, para que el mundo sepa que yo amo al Padre
y que hago lo que él me ha encargado”.
Preparación: Citando
a Pablo VI, el Papa Francisco en su exhortación La alegría del Evangelio afirma que “la paz se construye día a día,
en la instauración de un orden querido por Dios, que comporta una justicia más
perfecta entre los hombres” (EG 221). Esta idea nos anticipa el mensaje del
evangelio de hoy.
Lectura: En la primera lectura, escuchamos
la reflexión de Pablo y Bernabé, después de sufrir una fuerte persecución en la
región de Licaonia: “Hay que pasar mucho para entrar en el reino de Dios”. En
el evangelio de hoy, situado todavía en el marco de la última cena, Jesús nos
esconde las dificultades que nos aguardan si nos mantenemos fieles a él. Sin embargo, nos invita a recibir el don de
su paz, que nos ayudará a superar la angustia y el miedo.
Meditación: En La
alegría del Evangelio (n. 221), el Papa Francisco explica el verdadero
concepto de la paz: • La paz social no es un irenismo, es decir el sentimiento
relativista de quienes afirman que cualquier opción moral es igualmente
aceptable. • La paz social tampoco es “una mera ausencia de violencia lograda
por la imposición de un sector sobre los otros”. • La paz social es falsa
cuando es una excusa para silenciar a
los más pobres y para que los más acomodados puedan gozar tranquilamente de sus
beneficios. • La paz social tampoco se reduce a una ausencia de guerras, fruto
del equilibrio siempre precario de fuerzas.
Oración: Señor Jesús, tú sabes que, a pesar
de nuestras debilidades y tentaciones, te amamos de verdad. Y que nos alegramos
de creer que vives junto al Padre
celestial y nos invitas a participar de vuestra unión celestial. Amén.
Contemplación: Contemplamos a Jesús en el marco
solemne y fraternal de la última cena. Y escuchamos las palabras que dirige a
sus discípulos: “Ya no hablaré mucho con vosotros, porque viene el que manda en
este mundo. Él no tiene ningún poder sobre mí, pero así ha de ser, para que el
mundo sepa que yo amo al Padre y que hago lo que él me ha encargado”. Nos
asusta que sea reducido al silencio aquel que es la Palabra de Dios. Nos
inquieta esa referencia al “que manda en este mundo”. Pero nos llena de
confianza saber que Jesús es más fuerte que el mal.
Acción: Nos preguntamos si repetimos con
sinceridad y confianza la última petición del Padre nuestro: “Líbranos del
mal”, o del Maligno.
José-Román Flecha Andrés