CUIDAR LA FRAGILIDAD
En su exhortación apostólica
La
alegría de la fe, el Papa Francisco dedica el capítulo IV a la dimensión
social de la evangelización. Según él, todos estamos llamados a prestar una
atención afectiva y efectiva a las nuevas formas de pobreza y a cuidar de la
fragilidad humana (EG 209-210).
En estos tiempos, esa fragilidad se revela en los
nuevos esclavos, en las personas sin techo, los toxicodependientes, los
refugiados, los pueblos indígenas, los ancianos cada vez más solos y
abandonados y los migrantes (EG 210). En todos esos hermanos estamos llamados a
reconocer a Cristo sufriente.
A continuación recuerda el Papa la situación de los
que son objeto de las diversas formas de trata de personas. He ahí un crimen
mafioso y aberrante, ante el que no podemos hacernos los distraídos (EG 211).
“Doblemente pobres en estos momentos son las mujeres
que sufren situaciones de exclusión, maltrato y violencia”, que, por otra
parte, nos dan un admirable ejemplo de “heroísmo cotidiano en la defensa y el
cuidado de la fragilidad de sus familias” (EG 212)
LOS NIÑOS POR NACER
Pero no termina ahí la lista de personas humilladas y
maltratadas. Hay otros pobres más pobres todavía. “Entre esos débiles, que la
Iglesia quiere cuidar con predilección, están también los niños por nacer, que
son los más indefensos e inocentes de todos” (EG 213).
Esa debilidad es evidente para quien no ha decidido
ignorarla. El Papa recuerda que a esos niños “se les quiere negar su dignidad
humana en orden a hacer con ellos lo que se quiera, quitándoles la vida y
promoviendo legislaciones para que nadie pueda impedirlo” (EG 213).
El Papa Francisco es bien consciente de los ataques
que se dirigen a la Iglesia precisamente por defender la vida de los no
nacidos. Se refiere en concreto a los que ridiculizan su doctrina,
calificándola como ideológica, oscurantista y conservadora.
A estas críticas y objeciones responde el Papa con
cinco afirmaciones que será bueno recordar y resumir:
• La defensa de la vida aún no nacida está íntimamente
ligada a la defensa de cualquier derecho humano.
• Esta defensa supone la convicción de que un ser
humano es siempre sagrado e inviolable, en cualquier condición y fase de su
desarrollo.
• El ser humano es un fin en sí mismo y no puede considerarse como un medio para
resolver otras dificultades.
• Si cae esta convicción, no hay fundamentos sólidos
para defender los derechos humanos, que estarían sometidos a conveniencias
sociales o políticas.
• El valor inviolable de la vida humana puede ser
reconocido por la razón humana, pero a los ojos de la fe es una ofensa al
Creador del hombre.
FIRMEZA Y COMPASIÓN
Seguramente sabe el Papa que algunos medios y muchas personas
han sacado de contexto algunas afirmaciones suyas, como si él pudiera cambiar
el orden moral. Por eso se apresura a añadir que la Iglesia no cambiará su
postura sobre el valor de la persona humana:
“Este no es un asunto sujeto a supuestas reformas o
modernizaciones. No es progresista pretender resolver los problemas eliminando
una vida humana”. Esta postura de la Iglesia no esconde una dramática
ignorancia de las circunstancias de algunas mujeres dejadas en solitario ante
su desgracia.
Por eso recuerda el Papa que “hemos hecho poco para
acompañar adecuadamente a las mujeres que se encuentran en situaciones muy
duras, donde el aborto se les presenta como una rápida solución a sus profundas
angustias, particularmente cuando la vida que crece en ellas ha surgido como
producto de una violación o en un contexto de extrema pobreza” (EG 214).
Este panorama de la
fragilidad humana no puede sumirnos en el desaliento. Nuestra fe fortalece
nuestra debilidad. “Pequeños pero fuertes en el amor de Dios, como san
Francisco de Asís, todos los cristianos estamos llamados a cuidar la fragilidad
del pueblo y del mundo en que vivimos” (EG 216).
José-Román
Flecha Andrés