lunes, 12 de mayo de 2014

EL HOMBRE Y LA VIDA

CUIDAR LA FRAGILIDAD

En su exhortación apostólica  La alegría de la fe, el Papa Francisco dedica el capítulo IV a la dimensión social de la evangelización. Según él, todos estamos llamados a prestar una atención afectiva y efectiva a las nuevas formas de pobreza y a cuidar de la fragilidad humana (EG 209-210).
En estos tiempos, esa fragilidad se revela en los nuevos esclavos, en las personas sin techo, los toxicodependientes, los refugiados, los pueblos indígenas, los ancianos cada vez más solos y abandonados y los migrantes (EG 210). En todos esos hermanos estamos llamados a reconocer a Cristo sufriente.
A continuación recuerda el Papa la situación de los que son objeto de las diversas formas de trata de personas. He ahí un crimen mafioso y aberrante, ante el que no podemos hacernos los distraídos (EG 211).
“Doblemente pobres en estos momentos son las mujeres que sufren situaciones de exclusión, maltrato y violencia”, que, por otra parte, nos dan un admirable ejemplo de “heroísmo cotidiano en la defensa y el cuidado de la fragilidad de sus familias” (EG 212)

LOS NIÑOS POR NACER

Pero no termina ahí la lista de personas humilladas y maltratadas. Hay otros pobres más pobres todavía. “Entre esos débiles, que la Iglesia quiere cuidar con predilección, están también los niños por nacer, que son los más indefensos e inocentes de todos” (EG 213).
Esa debilidad es evidente para quien no ha decidido ignorarla. El Papa recuerda que a esos niños “se les quiere negar su dignidad humana en orden a hacer con ellos lo que se quiera, quitándoles la vida y promoviendo legislaciones para que nadie pueda impedirlo” (EG 213).
El Papa Francisco es bien consciente de los ataques que se dirigen a la Iglesia precisamente por defender la vida de los no nacidos. Se refiere en concreto a los que ridiculizan su doctrina, calificándola como ideológica, oscurantista y conservadora.
A estas críticas y objeciones responde el Papa con cinco afirmaciones que será bueno recordar y resumir:
• La defensa de la vida aún no nacida está íntimamente ligada a la defensa de cualquier derecho humano.
• Esta defensa supone la convicción de que un ser humano es siempre sagrado e inviolable, en cualquier condición y fase de su desarrollo.
• El ser humano es un fin en sí mismo  y no puede considerarse como un medio para resolver otras dificultades.
• Si cae esta convicción, no hay fundamentos sólidos para defender los derechos humanos, que estarían sometidos a conveniencias sociales o políticas.
• El valor inviolable de la vida humana puede ser reconocido por la razón humana, pero a los ojos de la fe es una ofensa al Creador del hombre. 

FIRMEZA Y COMPASIÓN

Seguramente sabe el Papa que algunos medios y muchas personas han sacado de contexto algunas afirmaciones suyas, como si él pudiera cambiar el orden moral. Por eso se apresura a añadir que la Iglesia no cambiará su postura sobre el valor de la persona humana:
“Este no es un asunto sujeto a supuestas reformas o modernizaciones. No es progresista pretender resolver los problemas eliminando una vida humana”. Esta postura de la Iglesia no esconde una dramática ignorancia de las circunstancias de algunas mujeres dejadas en solitario ante su desgracia.
Por eso recuerda el Papa que “hemos hecho poco para acompañar adecuadamente a las mujeres que se encuentran en situaciones muy duras, donde el aborto se les presenta como una rápida solución a sus profundas angustias, particularmente cuando la vida que crece en ellas ha surgido como producto de una violación o en un contexto de extrema pobreza” (EG 214).
Este panorama de la fragilidad humana no puede sumirnos en el desaliento. Nuestra fe fortalece nuestra debilidad. “Pequeños pero fuertes en el amor de Dios, como san Francisco de Asís, todos los cristianos estamos llamados a cuidar la fragilidad del pueblo y del mundo en que vivimos” (EG 216). 
                                                                                José-Román Flecha Andrés