OTRO AÑO JUBILAR
1. Hace
cincuenta años celebrábamos otro año jubilar. El domingo de Pascua de
Resurrección del 1975, el papa Pablo VI pronunció en su homilía unas palabras
que merecen ser recordadas en este otro jubileo:
“Jesucristo
ha resucitado verdaderamente, en una condición de vida radicalmente nueva, que
conserva y sobrepasa el estado de la presente existencia humana, sublimando su
plenitud y su gloria, su potencia y espiritualidad”.
2. No
se trata de un vago recuerdo del pasado. Según el Papa Montini, “la resurrección
de Cristo no es solo su triunfo personal, sino que es también el principio de
nuestra salvación y por tanto de nuestra resurrección”. ¿Cómo explicar el
significado de ese principio?
• Lo es
ya desde ahora, como liberación de la causa primera y fatal de nuestra muerte,
que es el pecado, ese alejamiento de la única y verdadera fuente de la vida que
es Dios.
• Lo es
también como prenda de nuestra futura resurrección corporal, puesto que estamos
salvados en la esperanza que no defrauda, para el último día, para la vida que
no conoce fin.
• Pero lo
es también como modelo y energía de la continua renovación moral, espiritual y
social de la vida presente, que es ahora para nosotros el objeto de nuestro
inmediato interés.
3. Claro que muchos pueden encontrar serias
dificultades para aceptar el mensaje del Resucitado. Pero Pablo VI nos invita a
ver la realidad con los ojos de la fe:
• No importa
si la experiencia de la caducidad de las fuerzas humanas decepciona nuestra esperanza
de un orden más estable para la sociedad humana.
• No importa
si, el progreso moderno y el conocimiento de los secretos de la naturaleza, no nos
dan la plenitud y seguridad de la vida, sino la pena por las aspiraciones no
satisfechas.
• No
importa, puesto que “una nueva fuente de vida ha sido difundida sobre el mundo por
el Cristo resucitado, que actúa en cuantos escuchan su palabra, acogen su
espíritu y componen su cuerpo místico”.
4. Según
el Papa, la cruz con la que se representa a Jesús resucitado, puede desconcertar
a los decididos a eliminar el esfuerzo y el deber. Pero para quien acoge al
Señor, esa cruz es signo de libertad, fuerza y sacrificio, y la clave para la
grandeza moral del hombre y para el triunfo del amor sobre el egoísmo estéril y
asesino.
Aceptar
al Cristo resucitado puede “alentar a todos los que trabajan por la renovación
de la humanidad, para el alivio de los pobres y los que sufren, tan numerosos
hoy en día, y para la esperanza de los humildes y de los que oran, de toda la
Iglesia, de toda la humanidad”.
Estamos celebrando un nuevo jubileo. Han pasado muchos años. Pero aquellos pensamientos de Pablo VI siguen teniendo validez y alentando nuestra esperanza.
José-Román Flecha Andrés