martes, 18 de febrero de 2025
EXAMEN DE CONCIENCIA - Domingo 7º del Tiempo Ordinario. C 23 de febrero de 2025
LA MISERICORDIA
“Sed
misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso”
(Lc 6,36)
1.
¿Se
puede identificar la virtud de la misericordia con la solidaridad o con el
compromiso social?
2.
¿Habrá
influido la conciencia de los derechos humanos para que se haya olvidado el
valor de la misericordia?
3.
Por
otra parte, ¿será fácil practicar la misericordia cuando se vive en un clima de
egoísmo e indiferencia?
4.
¿En
qué se puede fundamentar la misericordia cuando no se cree en la existencia de
Dios?
5.
¿Y
los creyentes cómo concebirán la misericordia si no acaban de comprender que
Dios es clemente y misericordioso?
6.
¿Cómo
reflejar hacia los demás la misericordia que Dios tiene con cada uno de
nosotros?
7.
¿Tiene
la misericordia un puesto especial tanto en mi oración como en mi acción de
cada día?
José-Román Flecha
REFLEXIÓN - Domingo 7º del Tiempo Ordinario. C 24 de febrero de 2019
SOBRE LA REGLA DE ORO
“Él te puso hoy en mis manos, pero yo no quise atentar contra el ungido del
Señor”. El rey Saúl, comido por la envidia o por los celos, decidió perseguir
al joven David, que lo había consolado y librado del gigante Goliat. Pero David
se aceró de noche al campamento del rey Saúl y se llevó su lanza (1 Sam 26,23).
La escena se repite a lo largo de la historia. La
fuerza teme a la debilidad y utiliza su poder para satisfacer su envidia y
mantenerse en el poder. Pero el joven David se muestra grande en su pequeñez.
No quiere vengarse. No daría nunca la muerte al ungido por el Señor.
Para justificar la grandeza del perdón basta la
razón religiosa que pregona el salmo responsorial: “El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en
clemencia; no nos trata como merecen nuestros pecados ni nos paga según
nuestras culpas” (Sal 102,8.10).
Nuestra fe nos invita a vivir no según el modelo del hombre terreno. Nos exhorta y nos ayuda a vivir según los ideales del hombre celestial (1 Cor 15,45-49).
CUATRO VERBOS IMPOSIBLES
Tras la proclamación de las bienaventuranzas, el
evangelio de Lucas nos recuerda el mensaje fundamental de Jesús: “Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los
que os maldicen, orad por los que os injurian”. Cuatro verbos que resumen una
propuesta que parece descabellada e imposible (Lc 6,27-38).
Amar a los que nos aman, hacer el bien a quien
nos ha hecho bien, prestar dinero para cobrarlo con intereses. Eso es lo
normal, lo habitual, lo más razonable de este mundo. Eso lo hacen con
frecuencia hasta los más degenerados. Claro que, para seguir comportándonos
así, no necesitábamos al Mesías de Dios. ¿Dónde estaría la novedad que todos
soñamos?
En un lenguaje oriental, un tanto colorista y exagerado, el texto menciona algunos ejemplos del amor inimaginable que propone el Maestro. Presentar la mejilla al que nos hiere. Dar más que lo que nos piden. No reclamar lo que nos arrebatan.
Y CUATRO ACTITUDES NUEVAS
Dios es compasivo y misericordioso. Imitar esas cualidades suyas es la
verdadera sabiduría. Así es el Padre. Y sus hijos solo pueden imitarle con las
nuevas actitudes que se concretan en dos prohibiciones y en dos exhortaciones:
• “No juzgar”. No podemos conocer las motivaciones que llevan a los demás a
actuar de una forma u otra. No conocemos todas las circunstancias en las que se
sitúan sus decisiones.
• “No condenar”. No podemos negar a los demás la oportunidad para revisar
su comportamiento y convertirse. Mientras vamos de camino, todos podemos
cambiar.
• “Perdonar”. Todos hemos necesitado y necesitaremos una y mil veces el
perdón. El papa francisco dice que somos un “ejercito de perdonados”.
• “Y dar”. Estamos rodeados de pobres. Todos podemos dar alimentos y
vestidos, oportunidades y medios para vivir. Y podemos dar nuestro tiempo, que
es la vida misma.
- Señor Jesús, tú has querido adoptar la regla de oro de todos los tiempos: hacer a los demás lo que queremos que hagan con nosotros. Pero tú no te limitas con ello a apoyar nuestro egoísmo. Nos invitas a contemplar e imitar la misericordia del Padre, que nos perdona y nos ama gratuitamente. ¡Bendito seas!
José-Román Flecha Andrés
CADA DÍA SU AFÁN - 22 de febrero de 2025
LÍMITES DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL
Los dicasterios vaticanos para la Doctrina de la
Fe y para la Cultura y la Educación han elaborado y publicado un documento
titulado Antiqua et Nova sobre la inteligencia artificial (IA).
Tras
exponer las cualidades y posibilidades de la IA, esta nota de la Santa Sede
señala algunas diferencias que existen entre la inteligencia humana y los
actuales sistemas de la IA. He aquí un resumen de esta valiosa reflexión antropológica
1. Es cierto que la IA es una extraordinaria
conquista tecnológica capaz de imitar algunas acciones asociadas a la
racionalidad, pero la IA solo obra realizando tareas, alcanzando objetivos o
tomando decisiones basadas sobre datos cuantitativos y sobre la lógica
computacional.
2. También es verdad que la IA procesa y simula
ciertas expresiones de la inteligencia humana, pero permanece confinada en un
ámbito lógico-matemático, que le impone ciertas limitaciones.
3. La IA puede simular algunos aspectos del
razonamiento humano y realizar ciertas tareas con increíble rapidez y eficacia,
pero sus capacidades representan solo una fracción de las posibilidades de la
mente humana, como realizar el discernimiento moral o establecer relaciones
auténticas.
4. Es evidente que la inteligencia de una persona
forma parte de su formación intelectual y moral, que va configurando todas las
dimensiones de su vida. Pero la IA no puede contar con esas vivencias propias
de cada persona.
5. Además, la inteligencia humana no se limita a realizar
tareas funcionales, sino que es capaz de implicarse en la realidad y de
sorprendentes intuiciones. El ser humano aprende de la enfermedad y de un
abrazo fraternal y hasta de la contemplación de la puesta de sol. La
experiencia nos da una nueva sabiduría que no puede darnos ningún dispositivo
que solo funciona con datos.
6. Reflexionado sobre estas diferencias
innegables, vemos que no se puede establecer una equivalencia demasiado fuerte
entre la inteligencia humana y la IA. Ello comportaría un grave riesgo: el de limitarnos a una visión funcionalista
que evalúa a las personas de acuerdo con las tareas que pueden realizar.
7. Es preciso afirmar que el valor de una persona
no depende de la posesión de capacidades singulares, logros cognitivos y
tecnológicos o éxito individual, sino de su dignidad intrínseca, que se
fundamenta en el hecho de haber sido creada a imagen de Dios.
En consecuencia, como observa el papa Francisco, es engañoso usar la palabra “inteligencia” en referencia a la IA y corre el riesgo de descuidar lo más valioso de la persona humana. Así pues, la IA no debe verse como una forma artificial de la inteligencia, sino como uno de sus productos, ciertamente admirable.
José-Román Flecha Andrés