LA VIÑA Y LOS HIJOS
“Cuando
el inocente se aparta de su inocencia, comete la maldad y muere… Y cuando el
malvado se convierte de la maldad que cometió y practica el derecho y la
justicia, salva su propia vida” (Ez 18,26-27). En este texto el profeta
Ezequiel transmite un oráculo que completa la doctrina habitual de los dos
caminos. La opción primera por el bien o por el mal puede ser corregida con el
tiempo. De esa corrección depende el perder la vida o salvarla.
Nosotros solemos encasillar a las personas y
deseamos mantenerlas en esa casilla para siempre. Sin embargo, todos pueden y
podemos cambiar. Dios conoce las intenciones. Pero nuestros vecinos observan
las acciones en las que se manifiestan esas intenciones.
San Pablo sabe bien por su propia experiencia lo que significan los cambios en las actitudes de una persona. Por eso escribe a los Filipenses que se mantengan unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir. Y los exhorta a asumir los sentimientos de Cristo Jesús (Flp 2,1-11).
DOS HIJOS Y DOS ACTITUDES
En el evangelio de este domingo Jesús expone a
los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo otra parábola en la que se
menciona el trabajo en las viñas (Mt 21,28-32). Un propietario pide a sus dos hijos que vayan a
trabajar a la viña. El padre es el mismo y el trabajo es idéntico, pero la
respuesta de los hijos es diferente.
Según
el papa Francisco, el primer hijo es un perezoso y el segundo es un hipócrita.
Seguramente, las primeras comunidades cristianas veían en el primero la imagen
de mundo pagano que parece rechazar el evangelio pero puede llegar a aceptarlo.
El segundo hijo les recordaba al pueblo judío, que parecía escuchar la Ley,
pero no la cumplía.
Sin
embargo, aquellos dos modos de conducta se daban también en el seno de las
mismas comunidades. Algunos hermanos parecían bruscos, pero trabajaban por el
evangelio. Otros parecían muy obedientes, pero no colaboraban en la misión.
Un tercer paso nos recuerda nuestra propia situación. Hay personas que parecen vivir en una apostasía teórica, pero en realidad cumplen la voluntad de Dios. Y hay otras personas que conocen la Biblia y las enseñanzas de la Iglesia, pero no las llevan a la práctica. Con todo, ambos deberían reconocer que Dios es su Padre y que la viña les pertenece.
ESCUCHA Y CONVERSIÓN
Después
de exponer la parábola, Jesús mismo interpela a los rsponsables del pueblo con
una conclusión inquietante para ellos: “Los publicanos y las prostitusas van por
delante en el reino de Dios”. La sola mención de esos dos grupos de personas es
escandalosa.
•
Los publicanos no solo eran considerados como avarientos y explotadores del
pueblo. Eran despreciados por colaborar con el imperio romano. Eran vistos como
pecadores y así se consideraban algunos a sí mismos.
•
Las prostitutas eran despreciadas por todos. En Israel la prostitución era
desde antiguo considerada como la imagen más significativa de la idolatría del
pueblo, que ignoraba su alianza con Dios y se entregaba a los dioses falsos.
•
Sin embargo, estas personas que parecían encarnar el pecado, escucharon la
predicación de Juan Bautista y se convirtieron. Pero los sacerdotes y los
principales del pueblo, que decían conocer y seguir la Santa Ley, no se prestaron
a la escucha y a la conversión.
- Padre nuestro que estás en el cielo y en la
tierra, te agradecemos que hayas querido contar con nosotros para el trabajo en
tu viña, que es también la nuesta. Perdona nuestra pereza y nuestra hipocresía.
Y ayúdanos a imitar a Jesús, que aceptó tu voluntad y se entregó a sí mismo
para que esta viña produzca frutos para la vida del mundo. Amén.
José-Román
Flecha Andrés