domingo, 20 de septiembre de 2020

REFLEXIÓN- Domingo 25 del tiempo ordinario. A. 20 de septiembre de 2020

 EL SALARIO JUSTO

“Buscad al Señor mientras se deja encontrar, invocadlo mientras está cerca” (Is 55,6). Esta exhortación que encontramos en el libro de Isaías nos invita a salir de la cabaña en la que nos hemos refugiado. Vivimos demasiado encerrados en nosotros mismos, y no solo en nuestras casas. Dios es más amplio que nuestro egoísmo y que nuestros prejuicios.

La misma afirmación sobre la cercanía de Dios se repite en el salmo responsorial de este domingo: “Cerca está el Señor de los que lo invocan” (Sal 144). 

En la carta a los Filipenses, san Pablo se pregunta si es mejor morir o permanecer en vida. Sin embargo, con independencia de su suerte personal,  cree que lo importante es que los fieles de la comuidad de Filipos lleven una vida digna del Evangelio de Cristo (Flp 1,27).

 

JUSTICIA Y MISERICORDIA

 

 En la celebración de la misa de este domingo se lee la parábola de los jornaleros invitados a lo largo del día a trabajar en una viña (Mt 20,1-16). A cada uno de ellos el dueño lo contrata por un denario. En principio, todos aceptan la propuesta que les permite contar con un jornal adecuado. 

Sin embargo, al término del trabajo surge un serio problema. Los jornaleros contratados a primera hora del día protestan ante el dueño, al comprobar que los que han trabajado solo una hora reciben igualmente un denario. En su opinión el patrón ha cometido una grave injusticia. El salario debería corresponder al tiempo empleado en el trabajo. 

Pero el dueño de la viña responde que a cada uno de ellos había prometido un denario y todos habían aceptado el contrato. Nadie puede acusarlo por mostrarse generoso con los que han acudido a trabajar a diversas horas del día. En realidad el criterio de la justicia se ha cumplido. Y ha sido completado por el criterio de la generosidad.

En las primeras comunidades los discípulos procedentes del judaísmo se preguntaban por qué los discípulos procedentes del paganismo habían de ser ser considerados como iguales a ellos. Les parecía que Dios no era justo. Y que tampoco lo era la Iglesia.

 

LA LIBERTAD Y LA ENVIDIA

 

Nosotros agradecemos hoy la invitación que el dueño nos ha dirigido para ir a trabajar en su viña. Y, además,  meditamos las dos preguntas que nos dirige a los creyentes de hoy.

• “¿No tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos?”. La parábola no se refiere al trabajo humano, sino a la generosidad divina. Muchos de nosotros parecemos convencidos de que Dios nos debe algo por nuestras buenas obras. No reconocemos la libertad de Dios. Olvidamos que “todo es gracia”, como decía santa Teresa del Niño Jesús.

• ”¿Vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?”. La justicia de Dios se identifica con su misericordia. Pero nuestro egoísmo se escandaliza ante la bondad de Dios y genera la envidia hacia nuestros semejantes. Olvidamos que “al premiar nuestros méritos, Dios corona sus propios dones”, como escribía san Agustín.

 - Señor Jesús, haber sido llamados a trabajar en la viña del Reino de Dios no es un trabajo pesado, sino un honor que hemos de agradecer con sinceridad. Es claro que tenemos que modificar nuestros criterios, tan distintos a los criterios divinos. Que tu Espíritu nos ayude a superar nuestra altivez y vencer nuestra envidia. Amén  

                                                                               José-Román Flecha Andrés