LOS VERDADEROS BIENES
En el centro de la ciudad de Los Ángeles, en California, miles de
mendigos y personas sin hogar viven, duermen y mueren bajo miserables tiendas
de campaña plantadas en las aceras. Y esa realidad se está extendiendo por
otras ciudades del mundo desarrollado.
Conviene recordarlo en este día 10 de agosto, fiesta de San Lorenzo,
diácono y mártir. Como se sabe, había nacido en España en la primera mitad del siglo III. El papa Sixto II, lo
nombró archidiácono y le encargó de administrar los bienes destinados a ayudar
a los pobres, los huérfanos y las viudas de Roma.
Un edicto del emperador Valeriano en el año 258
decretaba la muerte de todos los obispos, presbíteros y diáconos. Lorenzo fue apresado junto al Papa, que
recibió el martirio el 6 de agosto.
En su obra “De Officiis”, San Ambrosio de Milán imagina
las palabras finales que Lorenzo dirige al Papa: “¿Dónde vas, padre, sin tu hijo?
¿Hacia dónde te apresuras, santo obispo, sin tu diácono? Tú nunca ofreciste el
sacrificio sin tu ministro. ¿Qué te disgustó de mí, padre? ¿Tal vez me
consideras indigno? Ponme a prueba, para ver si has escogido un ministro
indigno para la distribución de la Sangre del Señor. ¿Negarás a aquel que
admitiste a los misterios divinos que sea tu compañero en el momento de verter
la sangre?”
Se dice que el
emperador prometió a Lorenzo librarlo de la condena a muerte si le entregaba
los tesoros de la Iglesia. El santo diácono mostró al emperador los
enfermos, indigentes y marginados a los que solía atender. Según él, aquellos
eran los verdaderos tesoros de la Iglesia. Cuatro días más tarde, el 10 de
agosto, también Lorenzo recibiría la palma del martirio, quemado en una parrilla,
según cuenta el mismo obispo san Ambrosio.
Pues bien, a san Lorenzo se ha referido Benedicto
XVI en su carta encíclica Deus caritas est,
cuando trata de poner de relieve el importante papel que han tenido en la
Iglesia las diaconías como instituciones de caridad.
Según el papa
emérito, “tras ser apresados sus compañeros y el Papa, a Lorenzo, como
responsable de la asistencia a los pobres de Roma, se le concedió un cierto
tiempo para recoger los tesoros de la Iglesia y entregarlos a las autoridades.
Lorenzo distribuyó el dinero disponible a los pobres y luego presentó a éstos a
las autoridades como el verdadero tesoro de la Iglesia. Cualquiera que sea la
fiabilidad histórica de tales detalles, Lorenzo ha quedado en la memoria de la
Iglesia como un gran exponente de la caridad eclesial”.
A la vista de los indigentes acampados en las calles
de las ciudades más ricas del mundo, cabe preguntarse si hemos aprendido a
compartir nuestros bienes con los pobres y los necesitados de hoy. Y sobre todo,
si estamos convencidos de que ellos son los auténticos tesoros de la comunidad
cristiana.
José-Román Flecha Andrés