HERALDO
Y PRECURSOR
El día 24 de junio se celebra el
nacimiento de san Juan Bautista. Su figura ha sorprendido siempre a los
discípulos de Jesús. Parece que en los primeros tiempos del cristianismo
algunos hermanos lo tenían en una estima excesiva. Tanto que los textos
evangélicos insisten en afirmar que el Mesías esperado no es Juan sino Jesús.
El evangelio según san Lucas nos
traslada hoy a las montañas de Judea. Nos sumergimos en la dulzura del paisaje
de Ain Karim y recordamos el nacimiento de Juan.
A
los ocho días de su nacimiento, tiene lugar una simpática discusión familiar
sobre el nombre que se ha de imponer al niño. Aparentemente es una discusión
como tantas otras que tienen lugar en torno al nacimiento de un bebé.
Pero algo nos llama la atención, ya
desde el punto de vista social. Hasta hace muy poco tiempo, muchas familias imponían
al niño el nombre de alguno de sus parientes. El nombre parecía marcar su
identidad. De alguna forma, se intentaba que el recién llegado encarnase la
imagen y los valores de su antepasado.
Para el niño de Isabel, los vecinos y
familiares habían soñado ya un futuro calcado sobre el pasado inmediato. Habría
de llamarse Zacarías, como su padre. Seguramente muchos esperaban que también
él fuera sacerdote del templo de Jerusalén. Y que llegase a una pacífica y serena
ancianidad en la placidez de aquel paisaje.
Pero Dios le impone el nombre de Juan
que significa “Dios ha concedido favor”. Es evidente que Dios le confía una
misión única. Juan no ha de mirar al pasado sino al futuro. No ha de servir en
el santuario antiguo. Ha de preparar el camino al Santo de Dios. Pero no
envejecerá en paz. Será condenado a muerte por su fidelidad a la Ley del Señor.
El relato evangélico recoge el asombro
de las gentes y los comentarios que se repiten por aquellas colinas de Judea.
•
“¿Qué va a ser este niño?” Contra toda apariencia va a ser un hombre fiel a la
Ley de Moisés. No tanto en las prescripciones rituales, como en la llamada a la
conversión y en la promoción de la justicia.
• “¿Qué va a ser
este niño?” Va a ser el precursor del Mesías. No tanto por su aislamiento en el
desierto como por su valiente predicación. Juan anunciará su próxima llegada y
lo descubrirá después entre los hombres.
• “¿Qué va a ser este niño?” Va a ser un
profeta libre y leal, creyente y creíble. Como todos los profetas de su pueblo
anunciará el bien y la verdad y denunciará el mal y la corrupción. Aunque ello
le cueste la vida.
Juan Bautista no era la luz, pero ya desde su
nacimiento estaba llamado a preparar el camino del Mesías. Siempre dio prueba
de una profunda humildad. Públicamente
reconocía la superioridad del que venía detrás de él. Juan no se
consideraba digno de desatar las sandalias de aquel al que presentaba como el
Cordero de Dios. Él era el heraldo y el precursor. Nada más y nada menos.