FE CRISTIANA Y ECOLOGÍA
Va
avanzando la preocupación por la suerte del planeta. De ella no pueden sentirse
eximidos los hombres y mujeres que creen en Dios. También ellos han de
plantearse la pregunta por la relación entre el ser humano y la naturaleza.
El movimiento ecologista ha adoptado a veces
una postura crítica contra la revelación bíblica. Se piensa que la herencia
judeo‑cristiana está excesivamente centrada en la defensa del hombre. Y se dice
que esa fe ha hecho creer al hombre que puede utilizar a su antojo las riquezas
del mundo, como si hubiera recibido del mismo Dios la autorización para
someterlo a su codicia.
Pero
no es así. Según la fe cristiana, el mundo material es fruto de la acción
creadora y sustentadora de Dios. La
naturaleza participa junto con el hombre del estado de “creaturalidad” y con él
aguarda la revelación pascual del Señor.
•
Si se reconoce a Dios como creador, el señorío del hombre sobre el mundo no
puede significar un salvoconducto para la explotación inmoderada del mismo
mundo y de sus otros habitantes no personales.
•
Además, la fe cristiana afirma la encarnación del Verbo de Dios. Al entrar en
nuestra historia y formar parte de nuestro mundo, el Hijo de Dios nos lleva a
esperar la transformación final del mundo que él ha asumido como carne y como
hogar.
•
Y, en tercer lugar, el Espíritu de Dios, que sopla donde quiere, renueva cada
día el mundo creado por medio de la responsabilidad de aquellos que se dejan
guiar por él.
Así pues, al afirmarse sobre la presencia
trinitaria de Dios, la fe cristiana no tiene inconveniente en admitir el valor
de la naturaleza. Es más, encuentra en sus mismas fuentes el estímulo para tal
valoración y respeto.
Es cierto que con anterioridad a las
transformaciones ambientales producidas por la revolución industrial, la
sociedad y las iglesias no sentían la urgencia de educar una conciencia
responsable y solidaria respecto al "medio ambiente".
Pero, llegado el
momento, la teología cristiana se ha ocupado del tema. En concreto, cuatro son
las categorías que ha subrayado para responder a esas denuncias al pretendido
antiecologismo de la fe cristiana:
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La idea bíblico‑cristiana de Dios no sólo subraya su poder, sino sobre todo la
comunicación de su amor benevolente.
•
El hombre, creado a imagen de Dios, se comprende como gobernante atento y
responsable de la buena marcha de la creación que le ha sido confiada.
•
La creación, salida de la mano de Dios, es reconocida como buena, cosa que no
reconocen los sistemas dualistas de explicación de la realidad.
•
La comprensión judeo-cristiana entiende
la historia como un proceso no circular, sino lineal y abierto al
progreso. Pero confiesa que la naturaleza
es creación. El respeto al medio ambiente es consecuencia de la fe en el Dios
creador.
José-Román
Flecha Andrés