DE
LA PROMESA A LA ESPERANZA
El
próximo día 25 de marzo celebramos la fiesta de la Anunciación a María. Los que rezamos el “Ave María” ¿somos
conscientes de que no solo invocamos a la doncella de Nazaret, sino que por
ella recibimos el don de la Encarnación del Hijo de Dios?
Los que visitamos la cueva de la
Anunciación en la parte baja de la hermosa basílica de Nazaret, ¿somos capaces
de superar el murmullo de los turistas para agradecer en silencio la gracia de
aquel momento?
Los que leen el drama de fe y de
pasiones humanas que Paul Claudel nos dejó en su obra “La Anunciación a María”
¿percibirán las alusiones al misterio inicial que inaugura nuestra fe?
Los que aprecian la belleza de las
Anunciaciones a María que pintaron Fray Angélico, el Greco o Murillo ¿sabrán
ver tras los colores la hondura del misterio que allí se representa?
En todas estas
representaciones, el Ángel aparece hablando, mientras que María presta atención
en silencio a sus palabras.
En el saludo del
ángel Gabriel a María hay unas palabras que presentan al anunciado como hijo de
María, como Hijo del Altísimo y como rey
del linaje de David. Otra palabra reúne a las anteriores y las hace
compatibles. Es la palabra “Jesús”. Con su solo nombre se revela la misión del
anunciado a María: “Dios es salvador”.
Sin embargo, en
el relato evangélico, resuena también la respuesta de María: “Aquí está la
esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra”. Merece la pena recordar
estas palabras.
• “Aquí está la
esclava del Señor”. En las palabras de María se evoca la historia de los
hebreos, liberados de la esclavitud por el Señor. Aceptar la palabra de su Dios
los haría libres.
Heredera de ese
pueblo, María es el paradigma de los creyentes que reconocen en el Señor al
liberador de toda esclavitud.
• “Hágase en mí
según tu palabra”. En las palabras de María se evoca la creación de los mundos.
Tras la palabra del Creador, iban surgiendo los mares y la tierra, los animales
y las plantas y el mismo ser humano.
Miembro de la
humanidad, en María se hace presente la nueva creación, nacida de la voluntad
amorosa de su Señor.
Nuestra rutina e indiferencia ante el
misterio de la Encarnación del Hijo de Dios eran ya interpeladas por las
vibrantes palabras con las que san Juan de Ávila iniciaba un sermón predicado
en esta fiesta: “Hoy Dios se hizo hombre por los hombres. Creed que si se
hiciera piedra, que hablaran hoy las piedras, dando las gracias por tantas
mercedes”.
Importante es
esta fiesta para nuestra fe. No hay salvación sin Salvador. La fe de María, la
Anunciada, es el eslabón que une para siempre las promesas hechas a Israel con
la esperanza, más o menos consciente, de todos los pueblos de la tierra.