ESPERAR SIN TEMOR
“Entonces se salvará tu pueblo: todos
los inscritos en el libro” (Dan 12,1). Ante los tiempos difíciles que
preanuncia Daniel, se destaca está profecía. Llegará la salvación para todos
los que estén inscritos en ese libro de la vida, que aparece ya en las páginas
del Éxodo (Éx 32,32) y en los salmos (Sal 69,29).
Ante esa perspectiva de futuro, es
cautivadora la posibilidad de brillar entre los astros de los cielos. Así que
el profeta añade un anuncio que es una exhortación. Solo brillarán como
estrellas en el firmamento los que hayan ganado esa sabiduría que consiste en ser justos y enseñar a otros el camino de
la justicia.
Ese horizonte aparece también en la oración
confiada del justo: “Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en
tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha“ (Sal 15,11). Si el justo espera
encontrarse con el Señor, también Cristo
aguarda a “los que van siendo santificados” (Heb 10,14).
LOS ASTROS Y LA HIGUERA
También en el relato evangélico que hoy
se proclama, Jesús orienta la atención de sus discípulos hacia los últimos
acontecimientos de la historia humana. Tiempos de desolación en los que hasta
los astros temblarán y caerán de los cielos. Será un momento de crisis para
todos los que han adorado a los astros.
Sin embargo, el discurso se centra en la
figura del Hijo del hombre. Lo que importa es saber y creer que el Señor
manifestará su poder y su gloria (Mc 13,24-32). Es lo que afirmamos continuamente
en el Credo, al confesar que Jesucristo “vendrá con gloria para juzgar a vivos
y muertos”.
En el texto evangélico se incluye una
breve parábola. Cuando las ramas de la higuera se ponen tiernas y aparecen las
yemas, deducimos que el verano está ya cerca. Jesús nos advierte que es preciso
observar los signos de los tiempos para percibir su presencia en el mundo y su
juicio sobre la historia humana.
LOS ÍDOLOS Y LA PALABRA
Siempre
nos hemos preguntado cuándo se manifestará el Señor. Pero Jesús no ha precisado
el “cuando”. Solo nos ha dicho: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis
palabras no pasarán”. La ignorancia del futuro es la condición de la libertad.
• “El cielo y la tierra pasarán”. Todo
en este mundo tiene fecha de caducidad. No podemos poner nuestra confianza solo
en la técnica, en las promesas políticas o en una información manipulada. La
espera del Señor juzga nuestras estructuras.
• “Mis palabras no pasarán”. Todo es
efímero, pero la palabra del Señor es un faro que nos guía. A su luz podemos
realizar un discernimiento para distinguir el bien y el mal. La palabra del Señor nos alienta en el
presente y nos juzgará en el futuro.
- Señor Jesús, demasiadas veces hemos
confiado en los ídolos que nosotros mismos nos hemos creado. Sabemos que tu
palabra nos revela la verdad del mundo y de la historia. Que nuestra fe nos
ayude a escuchar tu voz, a vivir en la esperanza y a producir los frutos del
amor. “Ven, Señor Jesús”.
José-Román
Flecha Andrés