lunes, 18 de junio de 2018

CADA DÍA SU AFÁN 23 de junio de 2018

                                          
SOBRE LA VIDA Y LA FAMILIA
Desde hace medio siglo los países occidentales vienen promulgando numerosas leyes que van modificando la comprensión misma de la familia y de la sexualidad. Con ellas van generando en los ciudadanos la convicción de que la normativa fundada en las leyes positivas puede modificar la misma estructura de lo natural.
La doctrina de la Iglesia ha recordado en numerosas ocasiones la verdad del ser humano y de la constitución y misión del matrimonio y de la familia. Baste citar dos ejemplos:
1. Recordando su propia encíclica Veritatis splendor, en el marco catequético del rezo del Angelus, san Juan Pablo II aplicaba a la familia una reflexión sobre la ley natural:
“El recuerdo de esta enseñanza incluida en la sagrada Escritura particularmente en la carta a los Romanos, ha sido siempre importante en la historia de la Iglesia y de la humanidad. En este año resulta muy urgente, sobre todo con respecto a los deberes fundamentales relacionados con la familia y la vida, tan estrechamente ligados entre sí.
En el Año de la familia hay que reafirmar, ante todo, el derecho fundamental del hombre que es el derecho a la vida. No se puede anular este derecho, por ejemplo legalizando la supresión de la vida humana, especialmente de los que aún no han nacido”.
2. Por su parte, el papa Benedicto XVI, en su discurso natalicio a la Curia Romana del año 2006, evocaba los cuatro viajes apostólicos que había realizado aquel año. Recordando el viaje a Valencia, el Papa manifestaba su preocupación por las leyes sobre las parejas de hecho y sobre la relativización de la diferencia de sexos:
“Con esto son tácitamente confirmadas aquellas teorías funestas que quitan toda relevancia a la masculinidad y a la feminidad de la persona humana, como si se tratase de un fenómeno puramente biológico; teorías según las cuales el hombre, es decir, su entendimiento y su voluntad, podrían decidir autónomamente lo que él es o no es. Hay en ello una devaluación de la corporeidad, de lo cual se sigue que el hombre, queriendo emanciparse de su cuerpo –de la ‘esfera biológica’- termina por destruirse a sí mismo”.
He ahí dos textos solamente que reflejan la preocupación pastoral de la Iglesia ante las falsas comprensiones de los datos de la naturaleza, tal como son percibidos por la razón humana con relación al matrimonio y a la familia.
Tanto en estos temas como en los que se refieren a las modernas técnicas de reproducción humana asistida, cabe preguntarse en qué se apoya la Iglesia para emitir su opinión. Pues bien, la Iglesia afirma una y otra vez que el punto de apoyo de su reflexión no es otro que la misma constitución de la naturaleza humana.
En cualquier tiempo y lugar, esta puede ser percibida por la razón humana, aunque también puede ser iluminada por la fe. No es prudente ignorar ninguno de estos dos focos de luz.
                                                                          José-Román Flecha Andrés