ENTRE EL CIELO Y LA TIERRA
“El mismo Jesús que ha sido tomado de entre
vosotros y llevado al cielo, volverá como lo habéis visto marcharse al cielo”
Así concluye la primera lectura que se proclama en la celebración de la misa,
en esta solemnidad de la Ascensión del Señor (Hech 1,11).
Esas
palabras, dirigidas a los discípulos de Jesús por dos hombres vestidos de
blanco, nos invitan también a nosotros a no permanecer extasiados. La
celebración de la Ascensión de Jesús a los cielos no es un motivo para la
evasión de esta tierra. Es hora de regresar a la vida de cada día. Es la hora
de convertir el recuerdo en esperanza y la esperanza en compromiso.
En el salmo
responsorial cantamos a Dios que “asciende entre aclamaciones”. Con alegría
participamos de su gloria. En la carta a los Efesios se nos recuerda que el
Padre de la gloria resucitó a Cristo de entre los muertos y lo ha sentado a su
derecha. Que él ilumine los ojos de nuestro corazón para que comprendamos la esperanza
a la que nos llama (Ef 1, 17-23).
ENCARGO DE
LA MISIÓN
El texto
del evangelio según Marcos que hoy se proclama (Mc 16,15-20) nos invita a
reflexionar sobre la misión que el Señor confía a sus discípulos: “Id al mundo
entero y proclamad el evangelio a toda la creación”
• En primer
lugar, habrá que recordar esa invitación a ponerse en camino. La vida del ser
humano es siempre una itinerancia. Un paso tras otro, el hombre va haciendo de
su existencia un proceso de búsquedas y hallazgos, de encuentros y
desencuentros. Pero el cristiano sabe que si caminar es un riesgo, permanecer
instalados en la comodidad es un pecado.
• Además,
Jesús no envía a sus discípulos a disfrutar de los hermosos paisajes de la
tierra. Tampoco quiere que sean meros agentes de una organización social. Y
menos aún los envía como comerciantes decididos a hacer negocio. Les encarga
que anuncien el evangelio. La buena noticia de que Dios es nuestro Padre, nos
ama y nos salva por Jesucristo.
• Y, por si
no estaba claro, Jesús recomienda a los suyos que no hagan distinción de
personas, en atención a su clase social, a su lugar de procedencia o al tipo de
su cultura. Han de anunciar el evangelio de su Señor a toda la humanidad.
DESARROLLO
DE LA MISIÓN
El texto
evangélico recuerda escuetamente que “después de hablarles, el Señor Jesús
ascendió al cielo y se sentó a la derecha de Dios”. Una forma muy plástica para
proclamar la gloria divina del Maestro. Sin embargo, no olvida a los creyentes
que siguen en la tierra
•
Efectivamente, los discípulos de Jesús fueron y proclamaron el Evangelio por
todas partes. Ese es un hecho histórico que suscita nuestra admiración. Pero es
también una tarea urgente que ha de mantener viva nuestra vocación.
• Claro
que, a pesar de cansancios, fatigas y persecuciones, los discípulos de antes y
de ahora sabemos que no estamos solos. El Señor camina a nuestro lado, está
presente en nuestros esfuerzos y actúa con nosotros.
•
Finalmente, creemos que el Señor confirma nuestra palabra, más o menos
brillante, con signos admirables que nosotros no siempre llegamos a percibir.
- Señor
Jesús, en nuestra profesión de fe confesamos que has subido a los cielos. Pero
en nuestra experiencia diaria constatamos que permaneces junto a nosotros,
apoyando la misión que tu mismo nos has confiado. Bendito seas por siempre,
Señor. Amén.
José-Román Flecha Andrés