Hch
20,28-38
Jn
17,11b-19
En aquel tiempo dijo Jesús: “Padre santo, cuídalos
con el poder de tu nombre, el nombre que me has dado, para que estén
completamente unidos, como tú y yo. Cuando estaba con ellos en este mundo, los
cuidaba y los protegía con el poder de tu nombre, el nombre que me has dado. Y
ninguno de ellos se perdió, sino aquel que ya estaba perdido, para que se
cumpliera lo que dice la Escritura. Ahora voy a ti; pero digo estas cosas
mientras estoy en el mundo, para que ellos se llenen de la misma perfecta
alegría que yo tengo. Yo les he comunicado tu palabra; pero el mundo los odia
porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No te pido que los
saques del mundo, sino que los protejas del mal. Así como yo no soy del mundo,
tampoco ellos son del mundo. Conságralos a ti por medio de la verdad: tu
palabra es la verdad. Como me enviaste a mí al mundo, así yo los envío. Y por
causa de ellos me consagro a mí mismo, para que también ellos sean consagrados
por medio de la verdad”.
Preparación: Generalmente dirigimos nuestras oraciones al Padre
de los cielos. En la liturgia hay algunas oraciones que se dirigen a Jesús. Es
una alegría saber que Jesús ha orado por sus discípulos. En esa oración de
Jesús por los suyos, fundamenta el cristiano su decisión de anunciar la fe
hasta los confines del mundo
Lectura: En su despedida a los presbíteros de la Iglesia de
Éfeso, Pablo recuerda unas preciosas palabras de Jesús: “Más vale dar que
recibir; más dichoso es el que da que el que recibe”. En el evangelio se
recoge una parte de la oración que, después de la última cena, Jesús
dirige al Padre por los discípulos: “Padre santo, cuídalos con el poder
de tu nombre, el nombre que me has dado, para que estén completamente unidos,
como tú y yo. Cuando estaba con ellos en este mundo, los cuidaba y los protegía
con el poder de tu nombre, el nombre que me has dado”. El nombre representa al
mismo Padre. Él ha de cuidar por los que han seguido a Jesús.
Meditación: Jesús ruega al Padre por sus discípulos: “No te pido
que los saques del mundo, sino que los protejas del mal. Así como yo no soy del
mundo, tampoco ellos son del mundo”. Jesús es del mundo, pero lo mundanal no
tiene dominio sobre él. También nosotros permanecemos en el mundo, pero no
podemos dar cabida a los pensamientos mundanos, a las seducciones de este
mundo, a la frivolidad de este mundo. Nosotros seguimos en el mundo, como ha
dicho Jesús. Pero tratamos de huir de la nada y abrazarnos al Todo de Dios.
Cada uno de nosotros puede repetir la oración del P. Karl Rahner: “En todo
busco a Dios para huir de la nada asesina y no puedo abandonar el hombre que
soy, al que amo, pues todo te confiesa a ti, Dios-Hombre”
Oración: “Padre lleno de amor, concede a tu Iglesia,
congregada por el Espíritu Santo, dedicarse plenamente a tu servicio y vivir
unida en el amor, según tu voluntad. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén”.
Contemplación: Jesús no fue un sacerdote del templo de Jerusalén.
Pero es nuestro gran mediador. El sacerdote según el orden cósmico de
Melquisedec. Hoy lo vemos como gran intercesor. Lo contemplamos orando por
nosotros al Padre de los cielos: “Conságralos a ti por medio de la verdad: tu
palabra es la verdad”. Nuestra persona ha sido ungida por la palabra de la
verdad. De esa forma quedamos consagrados a Dios, por aquel que es el camino,
la verdad, y la vida.
Acción: Miramos atentamente a nuestras manos. Y nos
preguntamos qué podemos hacer por nuestros hermanos con estas manos consagradas por el don de la verdad.
José-Román Flecha Andrés