EL SALARIO JUSTO
“Buscad al Señor mientras se deja
encontrar, invocadlo mientras está cerca” (Is 55,6). Esta exhortación que
encontramos en el libro de Isaías nos invita a salir de la cabaña en la que nos
hemos refugiado. Vivimos demasiado encerrados en nosotros mismos, y no solo en
nuestras casas. Dios es más amplio que nuestro egoísmo y que nuestros
prejuicios.
La misma afirmación sobre la cercanía de
Dios se repite en el salmo responsorial de este domingo: “Cerca está el Señor
de los que lo invocan” (Sal 144).
En la carta a los Filipenses, san Pablo se
pregunta si es mejor morir o permanecer en vida. Sin embargo, con independencia
de su suerte personal, cree que lo
importante es que los fieles de la comuidad de Filipos lleven una vida digna
del Evangelio de Cristo (Flp 1,27).
JUSTICIA Y MISERICORDIA
En
la celebración de la misa de este domingo se lee la parábola de los jornaleros invitados
a lo largo del día a trabajar en una viña (Mt 20,1-16). A cada uno de ellos el
dueño lo contrata por un denario. En principio, todos aceptan la propuesta que
les permite contar con un jornal adecuado.
Sin embargo, al término del trabajo
surge un serio problema. Los jornaleros contratados a primera hora del día protestan
ante el dueño, al comprobar que los que han trabajado solo una hora reciben igualmente
un denario. En su opinión el patrón ha cometido una grave injusticia. El
salario debería corresponder al tiempo empleado en el trabajo.
Pero el dueño de la viña responde que a
cada uno de ellos había prometido un denario y todos habían aceptado el
contrato. Nadie puede acusarlo por mostrarse generoso con los que han acudido a
trabajar a diversas horas del día. En realidad el criterio de la justicia se ha
cumplido. Y ha sido completado por el criterio de la generosidad.
En las primeras comunidades los discípulos
procedentes del judaísmo se preguntaban por qué los discípulos procedentes del
paganismo habían de ser ser considerados como iguales a ellos. Les parecía que
Dios no era justo. Y que tampoco lo era la Iglesia.
LA LIBERTAD Y LA ENVIDIA
Nosotros agradecemos hoy la invitación que
el dueño nos ha dirigido para ir a trabajar en su viña. Y, además, meditamos las dos preguntas que nos dirige a los
creyentes de hoy.
• “¿No tengo libertad para hacer lo que
quiera en mis asuntos?”. La parábola no se refiere al trabajo humano, sino a la
generosidad divina. Muchos de nosotros parecemos convencidos de que Dios nos
debe algo por nuestras buenas obras. No reconocemos la libertad de Dios. Olvidamos
que “todo es gracia”, como decía santa Teresa del Niño Jesús.
• ”¿Vas a tener tú envidia porque yo soy
bueno?”. La justicia de Dios se identifica con su misericordia. Pero nuestro
egoísmo se escandaliza ante la bondad de Dios y genera la envidia hacia
nuestros semejantes. Olvidamos que “al premiar nuestros méritos, Dios corona
sus propios dones”, como escribía san Agustín.
- Señor Jesús, haber sido llamados a trabajar en la viña del Reino de Dios no es un trabajo pesado, sino un honor que hemos de agradecer con sinceridad. Es claro que tenemos que modificar nuestros criterios, tan distintos a los criterios divinos. Que tu Espíritu nos ayude a superar nuestra altivez y vencer nuestra envidia. Amén
José-Román Flecha Andrés