“Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo”
(Mt 18,26)
Señor Jesús, hoy
muchos piensan que Dios les debe algo. Han hecho tanto por la fe, han orado
tanto, se han sacrificado tanto que están siempre esperando el premio que creen
merecer.
Entre
nosotros el bien precede al amor. En ti el amor genera el bien. Tú nos has
amado gratis. Por tanto nada nos debes. Todo lo que somos, tenemos o esperamos
es fruto de tu don.
• Tú nos hablaste
de un siervo que debía una gran cantidad de dinero a su señor. No pudiendo
satisfacer la deuda, le rogó insistentemente: “Ten paciencia conmigo y te lo
pagaré todo”. Y el señor se compadeció y le perdonó aquella deuda.
Yo conozco mis
faltas y pecados y sé que formo parte de un pueblo de labios manchados. Con la
oración que tú nos enseñaste pido al padre que perdone nuestras deudas. Ante un
Dios misericordioso creo que puedo implorar una paciencia que ni siquiera puedo
imaginar.
Pero repetir la segunda
parte de la frase me parece una blasfemia. Nunca podré pagar los dones que he
recibido. Yo sé que “todo es gracia”. Nada de lo que yo pueda hacer llegaría a
igualar la magnitud y la calidad del don recibido.
• En tu parábola
hablabas de otro siervo que debía una pequeña cantidad al compañero que había
sido absuelto de su deuda. Por eso se atrevió a pedirle que perdonase lo que él
le debía. Pero el agraciado se negó a hacer partícipe de esa gracia a su
compañero.
Yo me siento
reflejado en estos dos personajes. Me cuesta reconocer lo que debo a los demás
y pedirles que tengan paciencia conmigo. Por otra parte, siempre estoy
dispuesto a exigir a los demás lo que yo considero que me deben.
Maestro bueno, deseo
que el Espíritu Santo me enseñe a acudir confiadamente al Padre de la
misericordia y a implorar la paciencia de mis hermanos. Y que me ayude a
reflejar ante los demás la gratitud y la compasión con la que yo he sido
bendecido. Amén.