ECUMENISMO Y CARIDAD
Como se sabe, del día 18 al 25 de enero celebraremos el
octavario de reflexión y de oraciones por la unión de todos los cristianos en
la única Iglesia de Cristo. Esa era la expresión que utilizaba el papa Pablo VI
en su audiencia general del 24 de enero de 1968.
Han pasado cincuenta años desde aquel día en que él
quería entregar a los asistentes una palabra que brotaba de la intimidad de su
vida espiritual.
En efecto, confesaba el Papa que el movimiento ecuménico
había sido para él un estímulo muy fuerte y determinante para el ejercicio de
la virtud de la caridad, la reina de todo el sistema moral cristiano y el
compendio de la misión pastoral del
papado. Pensaba él que por algo Cristo había pedido a Pedro por tres veces una
confesión de su amor.
Según Pablo VI, el ecumenismo es ante todo una cuestión
de caridad hacia los hermanos que ya llevan el nombre de cristianos. Están
unidos a nosotros por la regeneración, mediante el mismo bautismo y la
profesión de algunas verdades fundamentales de la fe, aunque todavía son
distintos y distantes al faltar algo a
la integridad de la misma fe y a la participación en la comunión de la única
Iglesia querida por Cristo.
El Papa recordaba algunos de los motivos que a lo largo
de los siglos han contribuido a fomentar la desconfianza y las polémicas por
una parte y por otra, hasta hacer imposible en la práctica el ejercicio de la
caridad. Tanto las posturas de los católicos como las de los hermanos separados
han estado estudiadas y orientadas durante mucho tiempo para defenderse y
distinguirse, más que para acercarse y reunirse.
Según el Papa, faltaba la caridad. “Y faltaba sobre todo por la convicción de que
esta virtud no basta para producir esa unión completa que debe tener como
fundamento una fe igual y una adhesión concreta a la comunidad visible y
orgánica que realiza plenamente el nombre de Iglesia de Cristo”.
Sin embargo, aunque sus manifestaciones sean tímidas en
las expresiones ecuménicas, la caridad es absolutamente necesaria. Es necesaria para situar en el sendero
adecuado la solución de la cuestión ecuménica, por compleja y difícil que sea.
Por eso Pablo VI decía estar decidido a hacer del ecumenismo
conciliar un ejercicio de caridad realmente nuevo, original y magnánimo. Bien
sabía él que no era una tarea fácil. Ese ejercicio exigía superar unas cuantas
posturas adquiridas y aceptadas como normales. Exigía humildad, generosidad,
dominio del egoísmo, renuncia al propio prestigio y una inmensa fuerza de amor.
Bastaba recordar el famoso himno paulino de la caridad (1
Cor 13). Esas palabras del Apóstol, tan bellas como fuertes, exigen un cambio
de nuestra psicología y una renovación de nuestra energía moral.
Es conmovedora
aquella exclamación con la que el Papa concluía sus reflexiones: “¡Oh caridad,
caridad! ¿No será esta tu hora?”
José-Román Flecha Andrés