martes, 11 de abril de 2017

REFLEXIONES PARA LA SEMANA SANTA - MIÉRCOLES


1. En la celebración eucarística de este día de miércoles santo, la primera lectura recoge el tercero de los poemas del siervo de Dios (Is 50, 4-9a). En él se evoca la fidelidad de aquel profeta misterioso. Fue llamado desde el seno materno a escuchar fielmente la palabra de Dios para que pudiera transmitir a los abatidos una palabra de aliento. Esa fidelidad a su vocación habría de llevarlo a sufrir insultos, afrentes y azotes.
Pero al fin y al cabo nadie podrá probar ninguna culpa en él  y Dios saldrá en su defensa, como afirma él mismo: “Mi Señor me ayudaba, por eso no quedaba confundido, por eso ofrecí el rostro como pedernal, y sé que no quedaré avergonzado”.
 Aquella figura del profeta perseguido centra hoy nuestra meditación sobre la misión de Jesús, Mensajero y mensaje de Dios, el justo injustamente ajusticiado, cuyo honor Dios ha reivindicado para siempre.

2. En el evangelio según san Mateo que hoy se proclama aparece de nuevo la figura de Judas (Mt 26, 14-25). Por una parte, se nos cuenta del pacto que propuso a los sumos sacerdotes: “¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego?” Ellos se ajustaron con él en treinta monedas.
El texto evangélico describe a continuación los preparativos para la cena de Pascua que Jesús había de celebrar con sus discípulos. Cuando está a la mesa con los Doce, Jesús anuncia que uno de ellos lo va a entregar. Uno y otro preguntan: “¿Soy yo acaso, Señor?
El relato retorna aquí a su comienzo, como la antífona que inicia y cierra un salmo.  Ante la pregunta de Judas, Jesús responde secamente: “Así es”.
Es como si el texto evangélico quisiera subrayar en este día que la Pascua de Jesús y su entrega han sido facilitadas por la conjura de los jefes religiosos del pueblo y por la traición de un discípulo.

3. Nosotros nos preparamos para la inminente celebración de la cena del Señor y la memoria de su muerte y su resurrección. Evidentemente no estamos ante una simple representación. Como dice el prefacio que estos días se canta en nuestra liturgia, “en los días santos que se acercan “celebramos el triunfo del Señor sobre el poder de nuestro enemigo y renovamos el misterio de nuestra redención”.
Con el espíritu de fe y de gratitud que requiere la celebración de estos misterios, hacemos nuestra la oración litúrgica de hoy:

¡Oh Dios!, que para librarnos del poder del enemigo, quisiste que tu Hijo muriera en la cruz, concédenos alcanzar la gracia de la resurrección. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén”.
                                                                                       José- Román Flecha Andrés