1. Este es uno de aquellos tres jueves que, según el verso popular, “relumbran más que el sol”. En la misa vespertina del jueves santo celebramos la cena del Señor.
En la primera lectura de la misa (Ex 12,
1-8.11-14), la evocación de la institución hebrea de la cena pascual nos invita
a agradecer la liberación de Dios, que se ha hecho realidad definitiva en
Jesús, el cordero de la nueva pascua.
En la segunda lectura San
Pablo recuerda cómo Jesús entregó su propia vida en la entrega del pan y del
vino (1 Cor 11, 23-26). Por eso, cada vez que comemos de ese pan y bebemos de
ese cáliz, proclamamos la muerte del Señor, hasta que vuelva. Con razón, en
cada eucaristía, anunciamos, su muerte, proclamamos su resurrección y
manifestamos nuestro deseo de que venga a juzgar a los vivos y los muertos,
completando su obra de salvación.
2. La lectura del evangelio
de Juan (13,1-15) nos presenta a Jesús, lavando los pies a sus discípulos, para
darnos ejemplo de humildad y de mutuo servicio en el amor. Así dice Jesús: “Si
yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debeis
lavaros los pies unos a otros: os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho
con vosotros, vosotros también lo hagáis”.
El lavatorio de los pies es
en el evangelio de Juan el equivalente a la institución de la Eucaristía que se
recuerda en los tres evangelios sinópticos.
Ambos gestos nos revelan la
entrega de Jesús. En uno se muestra como el Señor que se hace siervo, en el
otro se muestra como el maestro que entrega su vida en alimento y en bebida.
Como canta el prefacio de hoy, “su
carne, inmolada por nosotros, es alimentos que nos fortalece; su sangre
derramada por nosotros, es bebida que nos purifica”.
Así pues, la institución de
la eucaristía, la misión del sacerdocio ministerial y el mandato supremo del
amor mutuo, a ejemplo de Jesús, centran nuestra meditación en este día sagrado.
Por esos tres dones damos gracias en la adoración eucarística de esta
tarde-noche.
3. Con espíritu
agradecido hacemos nuestra la oración colecta de la Iglesia, reunida este día
ante el misterio de la eucaristía:
“Señor Dios nuestro,
nos has convocado esta tarde para celebrar aquella misma memorable Cena en que
tu Hijo, antes de entregarse a la muerte, confió a la Iglesia el banquete de su
amor, el sacrificio nuevo de la Alianza eterna; te pedimos que la celebración
de estos misterios nos lleve a alcanzar plenitud de amor y de vida. Por
Jesucristo nuestro Señor. Amen”.
José-Román Flecha Andrés