lunes, 27 de marzo de 2017

CADA DIA SU AFÁN 1 de abril de 2017

                      
MADRE IRENE

El día 17 de febrero de 2017 ha fallecido en Molina (Chile) la Madre Domnina Irene García de Prado. Había nacido en el pueblo de El Burgo Ranero (León), el 5 de Noviembre de 1927. Era la duodécima de los catorce hijos de Cecilio García y de Irene de Prado Tejerina.
Abrazó la vida religiosa el día 2 de Febrero de 1944 en la congregación de las Siervas de Jesús en Bilbao, y emitió sus votos perpetuos el 11 de agosto de 1951 en la ciudad de León. El carisma de la congregación consiste en atender durante la noche a los enfermos en sus domicilios familiares. 
Cuando manifestó su deseo de servir a los enfermos en alguna tierra de misión, fue enviada a Chile. Y allí continuó durante años esa humilde y callada misión de caridad.
Pero en el mes de abril de 1978 supo que el Señor le pedía iniciar un camino de total donación de sí misma a los enfermos más necesitados y marginados, a los más  desprotegidos de nuestra sociedad.
Monseñor Carlos González Cruchaga, la recibió en su diócesis de Talca. Él mismo  bautizó aquella incipiente congregación con el nombre de “Hermanas del Buen Samaritano”. Buen título para aquella misión de servicio a los enfermos más pobres y desatendidos.
La Madre Irene tomó como lema de su misión este pensamiento: “No hay alegría más grande que la de servir a los pobres con amor”. Y hay que reconocer que lo ha seguido con admirable fidelidad.
Al llegar a la ciudad de Molina, después de atravesar viñas y campos de frutales, hay que preguntar por el hospital del Buen Samaritano. Pero, en realidad, hasta ahora bastaba con decir que uno quería encontrar a Madre Irene.
Aquel hogar de misericordia, atiende en la actualidad a más de 450 enfermos. Nada más cruzar la verja de la entrada, se percibe que la mayoría de ellos provienen de los sectores más pobres de la región, aunque también hay enfermos del resto del país.
Chile ha reconocido a Madre Irene como una de las mujeres más influyentes en el país. Una influencia que no se basa en el poder, sino en la humildad de quienes eligen vivir totalmente pendientes de la providencia de Dios. Esa providencia que llega a través de la caridad de muchos ciudadanos que son testigos constantes de esa entrega. Muchos de ellos han acudido en fervorosa y agradecida multitud a los funerales de la Madre.
Los medios de comunicación la han calificado con frecuencia como “la Madre Teresa de Calcuta de Chile”. También ella sabía que no podía cambiar el mundo, pero podía al menos poner en él un poco de ternura.
El servicio de Madre Irene a los enfermos más pobres nos ha ayudado a redescubrir el valor de la vida humana y la dignidad de toda persona. Su caridad ha sido tan admirable como su humildad. Esta es la hora de imitar su ejemplo y encomendarnos a su intercesión.
                                                     José-Román Flecha Andrés